Hablar de la Paz es hablar de la historia de las FARC-EP. Así lo manifestamos claramente ya que la oligarquía en su tortuoso discurrir en el siglo pasado siempre estuvo en contra de la paz, de la paz para el puebo, vale decir. Por la única paz que luchó el gobierno colombiano fue por la paz para los oligarcas, los empresarios, los terratenientes, los ganaderos, etc. Para el pueblo siempre hubo una política estatal: la guerra. Por ello desde siempre hemos planteado que la oligarquía tiene que pagar el precio de la paz.
La paz
tiene su precio. Eso nadie lo duda. Lo que pasa es que algunos no quieren pagar
el justo precio de la paz en Colombia. Paradójicamente, son los mismos que declararon
y decretaron la guerra al pueblo colombiano. Y ahora que el pueblo construyó su
ejército popular, ahora, a pesar de la “inseguridad” que viven con su “prosperidad
democrática” (para los declaradores de la guerra), no quieren pagar su precio.
Que es ni
más ni menos que el precio de solucionar las causas que originaron la guerra,
es decir, las causas económicas, políticas, sociales, que en últimas se reducen
al egoísmo de los sectores en poder del dinero en Colombia. Esos “individuos”
no aprenden de la historia, ni de los ejemplos de otros pueblos.
En Suecia,
por ejemplo, los sectores ricos se aprietan el cinturón junto con el pueblo y
pagan el 33% de impuestos, dineros que son invertidos en satisfacer las
necesidades básicas de la población. Aquí nadie duerme en la calle como les
pasa a los gamines y mendigos en Bogotá, la “Atenas Suramericana”, pero de
justicia social nanay cucas! Aquí todo el mundo tiene para pagar el arriendo de
su apartamento y si no tiene trabajo, la Comuna en la que vive está en la
obligación, óigase bien, en la obligación de consignar en la cuenta de la
persona determinada cantidad que le permite sufragar los gastos de vivienda,
alimentación, vestuario, transporte, salud.
En
Colombia, por el contrario, las mutinacionales roban los recursos naturales,
con el consentimiento de los sectores en el poder, o sea, en la Casa de Nari y
en los edificios de las Cortes de “Justicia” y en los Batallones y brigadas, y
los dineros que llegan por materia de impuestos –pagados por los pobres- son a
su vez robados por los corrompidos congresistas y funcionarios estatales y
para-estatales, constituyendo la “cadena del robo sin fin”. Los sectores
financieros y empresariales no pagan impuestos y si lo hacen es la tasa más
baja, como quedó demostrado con el recién posesionado presidente JMSantos que
exoneró a los empresarios del pago del 30% del impuesto a la renta dizque para “producir
empleo” y de eso no se vé ni en caricatura.
Son esos
sectores los que viven de la guerra ya que amparados en ella hacen aprobar por
sus empleados congresistas las leyes que arrebatan los pocos derechos que los
trabajadores han podido conservar ya que el que se opone para ello tienen las
fuerzas militares-narcoparamilitares para que “invisibilice” al “subversivo”, “terrorista”,
“narcotraficante”, trabajador que osa retar las “leyes” en Colombia.
El pueblo
colombiano lo ha dicho de manera clara y categórica. Su presencia es ineludible.
No habrá paz sin el concurso de los sectores populares. Con él, con el pueblo,
tiene y debe discutir el gobierno Santos el modelo de economía, la doctrina
militar, las relaciones internacionales, las instituciones las cuales adolecen
de la más espantosa corrupción, hasta las leyes aprobadas por el corrupto
Congreso. Ello, naturalmente, tiene que hacerlo en la Mesa de Conversaciones a
fin de que el modelo que propone el pueblo quede plasmado en los Acuerdos a los
que deberán llegar en ella.
Sabemos que las FARC-EP peleará –como lo hace
en el campo militar- hasta la última gota de sangre, hasta el último suspiro, a
fin de logar que esa visión popular sea la exitosa, sobre la mezquina visión de
los “hacedores de la guerra” que pretender no pagar por los sufrimientos por
ellos causados. No es que “La Paz no se puede lograr a cualquier precio”, sino
que la Paz debe construirse al precio que sea, inclusive al precio de entregar
la vida misma, conforme hacen las FARC-EP todos los días